domingo, mayo 28, 2006

NUESTRA HISTORIA

LA CEIBA

Abril de 1978, en Angostura, el Instituto Colombiano Agropecuario ICA, en su afán por implementar un programa de conservación de los recursos naturales inicia una campaña para sembrar árboles y preservar especies nativas. Para la época la alcaldía del municipio estaba a cargo de don Rodrigo Roldan Ruiz, cuyo recuerdo aun queda entre algunos habitantes, pues su alma descansa; y la tesorería a cargo de don Alfredo Trujillo, hoy recaudador de rentas municipales en el municipio. Estos dos personajes serian los encargados de plantar un pequeño árbol en el centro del parque del municipio que en aquel entonces estaba rodeado con varillas de hierro y con jardineras de cemento que formaban figuras asimétricas, la plantación de aquel árbol sería el acto central de una ceremonia con desfile de las personalidades del pueblo.

Esa pequeña planta de nombre común CEIBA y a la cual la ciencia le ha dado el nombre de Ceiban Pentandra Gaertin y de la familia de las bombáceas, es grande ahora, alcanza una altura de mas de 60m, de ramas frondosas, hojas menudas y tupidas, tronco de gran grosor y raíces profundas, continua siendo el centro del parque del municipio, pero no de aquel parque donde tuvo la oportunidad de crecer, porque ya de ese nada queda, sus mismas raíces fuertes y largas crecieron con tanta furia que lograron asomarse por encima del pavimento de cemento y destruir así las jardineras, ahora la Ceiba reposa en un parque mas moderno, pero sigue allí, majestuosa, elevada y joven, tal vez si pudiera hablar contaría mil historias- ¿qué habrá visto esta Ceiba?- se pregunta Jaime, un transeúnte que pasa mirándola y tal vez esta Ceiba guarde en sus recuerdos el dolor de la perdida de algunas de sus ramas, pues en su tronco se evidencian las cicatrices grandes, profundas y llamativas como reclamando por lo que le han quitado.

Su belleza natural algunas veces ha sido tocada por el hombre: su tronco esta pintado de color blanco hasta media altura, esto gracias a que en años pasados, en una campaña diseñada por el Liceo, ahora Institución educativa, le pintaron un paisaje que desmejoraba su imagen altiva y hace poco algunos integrantes del cabildo verde, para enmendar el horror, decidieron cubrirlo con pintura blanca, que por cierto tampoco le hace ver mejor.

En sus copos mas altos, desde el más alto de todos se desprenden bombillas de colores que bajan hasta sus ramas, quizá con la intención de asemejarlo a un gran árbol de navidad y efectivamente ese espectáculo es admirado por todos cada siete de Diciembre cuando se encienden las luces “Fue todo un trabajo colocar esos focos” comenta Orlando Posada quien acompañado de Jairo Ochoa Y Fernando Prisco son los autores de la obra de las luces de colores.

Esta Ceiba majestuosa, imponente, cuya sombra es dueña de alrededor de 1600m2, que le permite abrazar a muchos y proteger a otros, ofrece un espectáculo encantador durante todo el año, pues su follaje, ramas y hojas pueden cambiar de tonos: ella verde, verde y saludable, pero después de un tiempo, todo ese verdor muere y un amarillo cálido y llamativo toma posesión de este árbol hasta que cada una de sus hojas caen llenando suelos calles y techos “ No paran de caer y hacer basura” es la exclamación de las señoras del grupo de mujeres que se encargan del barrido de las calles, y se puede observar desnuda enseñando al mundo los secretos de su tronco, de sus ramas y el final de la función es el comienzo de un nuevo follaje, sus hojas nacen rojas y pequeñas para ser de nuevo verdes y repetir la historia.

La Ceiba tiene unos compañeros que están ahí, adheridos a ella y le agregan belleza, misterio e historia; dos cardos grandes y unos cuantos pequeños y varias melenas grises son los huéspedes de honor de este maravilloso monumento natural, cuyas semillas pequeñas podrían ser utilizadas para la extracción de aceites y algodón. Este es el árbol emblema de México y porque no el de Angostura.
Juegos, historias, lágrimas y sueños, parece que todo esto hiciera parte del pasado de esta majestuosa Ceiba, pero ella no puede dar cuenta de nada, pues ni siquiera guarda el recuerdo de sus floraciones pasadas, solo refleja la tristeza de las cicatrices que le abrieron en su corteza.
Por: Adriana Mesa Giraldo